1a PROMOCION del CURSO de A3F "Primeras Decisiones"
Noviembre de 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Dar libertad o restringir?

Existe una paradoja complicada, como todas las paradojas. Nunca han tenido los niños menos libertad y nunca han sido más sobreprotegidos por sus padres.
Los niños reciben una cantidad cada vez mayor de instrucciones por cada 24 horas vivos. Todo está reglamentado; los espacios de libertad son cada vez menores; los peligros cada vez mayores. Las madres y padres son sindicados como responsables de la vida de sus hijos, más allá de toda cordura, como si el libre albedrío, la constitución biológica y el destino (o la voluntad de Dios) hubieran sido sepultados.
Los momentos de risa, distensión y alegría se van reduciendo en las familias, porque en forma constante hay que llamar la atención y educar, de manera que la convivencia de la familia no siempre es respetuosa de cada individualidad.
Así es en todos los países occidentales. Se acabaron los internados, porque los niños necesitan la presencia de sus padres. Se acabaron los juegos libres en los barrios sin adultos vigilando. Se acabaron las mamás que duermen mientras los hijos hacen lo que quieren. Se acabaron también las casas grandes donde nadie se molesta porque no se sienten y donde los niños podían esconderse y hacer maldades.
Podría haber pasado que, junto con las restricciones, hubiera aumentado la libertad. No fue así, lo que aumentó fue la desconfianza.
Es curioso que la sobreprotección produzca síntomas similares a los del abandono. Tal vez sea que el mensaje que el niño recibe es que no es confiable, es que no es persona. Ambos, el abandonado y el sobreprotegido, sienten que no son importantes. Ellos, su identidad, no son relevantes. Y los padres que los cuidaron tanto, pero con tanto miedo no pueden comprender eso.
Con demasiada frecuencia asisto a la angustia de los adultos asociada con el miedo del destino de sus hijos, y a su responsabilidad en ese destino. Imagino un círculo vicioso, en que a mayor miedo del futuro, mayor protección. No la que nace del amor y de las ganas, sino la que nace del miedo.
A veces pienso que los seres humanos tenemos un radar que detecta el miedo del otro. Y el miedo se lee como desconfianza, y produce rebeldía y tristeza.
Tal vez habría que tratar de querer a los otros confiando más en ellos. La resiliencia se forma en el protagonismo de la propia vida, nunca en la esclavitud.
Tal vez, la pregunta, entonces, no es libertad o restricción, sino miedo o confianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario